Hace tiempo que los tatuajes dejaron de ser alternativos. Y no porque hayan pasado de símbolo rebelde o carcelario a capricho de estudiantes de universidades privadas y diputados socioliberales. La constatación de que han entrado definitivamente en el terreno mainstream es que el negocio de eliminarlos vive un 'boom' comparable al del yogur helado o los cigarrillos electrónicos. Esperemos que esta burbuja tarde un poco más en estallar.
Cada vez que uno de esos que se reían de los tribales y duendes descubren que otros se ríen de sus flechas, colibríes o lo que sea, un especialista en borrado de tatuajes hace caja. Hoy el Nikolai de Promesas del Este podría quitarse del cuerpo todos los garabatos de la mafia rusa en un estudio homologado o en clínicas en las que médicos como Mª de los Ángeles López Marín te dejan la piel como el culo de un bebé.